lunes, 23 de mayo de 2011


En el Mahabharata, viejo poema épico que para la India corresponde a la Ilíada de Grecia, se encuentra el cuento siguiente:
Un día, un incendio, obra de Agni, devoraba un bosque. Quemaba todo: Árboles, matorrales, hojas secas.
Tras él no quedaban sino cenizas y desolación.
Un pájaro, al que caracteriza un curioso copete de plumas en la cabeza, una abubilla, estaba loco de inquietud al ver que el fuego pronto alcanzaría su nido.
La pobre abubilla expresaba sus temores en voz alta, pues en aquel entonces los animales y los hombres empleaban el mismo lenguaje:
-Si se tratara sólo de mí, no tendría miedo -decía-. Me bastaría con volar para salvarme. Pero mis cuatro pequeños no tienen todavía ni plumas ni cola.
¿Cómo podrían volar? ¿Cómo salvarlos? ¿Qué puedo hacer yo? Quizá podría llevarme a uno de ellos. Pero ¿por qué a él y no a sus hermanos? Sería horrible abandonar a los demás.
De repente la pobre abubilla creyó haber hallado una solución y les dijo a sus hijos:
-Queridos míos, veo el hueco en que vivía una rata.
Entrad allí dentro y yo os cubriré con polvo. Cuando haya pasado el peligro, volveré a buscaros.
-Pero, madre -dijo uno de los pajaritos-, ¿no nos comerá la rata?.
-No, hijo mío, he visto un halcón que se llevaba a la rata que vivía en este agujero.
-Pero puede ser que haya otras -dijo otro pajarito-. En este agujero seguramente nos comerán y será una muerte atroz. Más vale ser víctima del incendio.
-Muy bien -dijo la abubilla-; entonces lo único que puedo hacer es cubriros con mi cuerpo. A mí me quemará el incendio, pero quizá de este modo vosotros sobreviviréis.
-No, no, querida madre -gritaron los pajaritos-.
Si te mueres, nos moriremos contigo y todas las generaciones de pájaros que podríamos tener, tú y nosotros, quedarían así sacrificadas. Pero si tú te escapas, podrás tener otros hijos. Todavía eres joven y encantadora.
Sálvate, te lo suplicamos.
-¿Queréis verdaderamente que os deje solos? - preguntó la abubilla, dudando.
-Sí, sí, -gritaron los hijos-. Adiós, madre querida.
Y la abubilla voló.
Entonces los pajaritos empezaron a rezar al dios del fuego:
-Agni, todopoderoso Agni, ves que acabamos de perder a nuestra madre, que nos hemos quedado huérfanos. Tú solo puedes salvarnos. Para ti ni hay nada imposible.
Entonces se oyó la voz de Agni, que había asistido a toda aquella escena:
-No temáis, pajaritos. Ningún peligro os amenaza.
Y el incendio del bosque se paró antes de alcanzar el nido.
Al ver el fin del siniestro, la abubilla volvió a toda prisa. ¡Qué feliz se sintió al oír a sus pequeños, llenos de salud, que gorjeaban alegremente!.
Otra vez reunidos, los cinco pájaros empezaron a rezar para dar las gracias a Agni.

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